El Hotel Ryugyong: La historia del rascacielos que nunca se completó

El Hotel Ryugyong en Pyongyang prometía ser el hotel más alto y lujoso del mundo, pero terminó siendo un gigante abandonado y símbolo de fracaso arquitectónico. Problemas técnicos, económicos y políticos dejaron al edificio vacío y sin futuro, convirtiéndolo en el famoso “hotel fantasma” que nunca hospedó ni a un solo visitante.

Imagínate un enorme rascacielos de 105 pisos dominando el horizonte de Pyongyang, Corea del Norte. Ahora imagina que este coloso lleva décadas vacío, sin recibir ni un solo huésped. Su nombre es Hotel Ryugyong, un proyecto que nació con grandes ambiciones en los años 80 pero terminó convertido en leyenda urbana. Esta es la curiosa historia de cómo el “hotel fantasma” más famoso del mundo llegó a ser símbolo de promesas incumplidas y por qué, pese a su imponente presencia, nunca abrió sus puertas.

A finales de la Guerra Fría, Corea del Norte quería presumir su poderío al mundo. En 1987 comenzó a construir en Pyongyang el Hotel Ryugyong, un rascacielos piramidal de 330 metros de altura y 105 pisos que pretendía ser el hotel más alto del planeta​

Su diseño triangular con tres alas apuntando al cielo no era casual: dado que los ingenieros locales no contaban con materiales avanzados, usaron hormigón armado, y la física dictó que la base fuese muy ancha y la cima cónica para soportar el peso​. El resultado sería una pirámide moderna única en su tipo.

¿Pero cual era la motivación detrás de este gigante? En parte, rivalidad y orgullo nacional. Un par de años antes, una empresa surcoreana había construido en Singapur el Westin Stamford, que ostentaba el récord de hotel más alto del mundo. Corea del Norte no quería quedarse atrás. Así que, aprovechando que Pyongyang sería sede del Festival Mundial de la Juventud en 1989 (una especie de “Olimpiadas” de países socialistas), decidió que ese nuevo hotel debía estar listo para impresionar a los visitantes​. Se soñaba con atraer inversiones extranjeras e incluso con eclipsar los logros del Sur. El plan original era deslumbrante: 3,000 habitaciones, cinco restaurantes giratorios en la cima y lujos nunca antes vistos en el país​. En teoría, el Ryugyong iba a ser un símbolo de modernidad y prosperidad norcoreana.

La construcción empezó rápido y con ganas en 1987. Sin embargo, las prisas y desafíos técnicos pasaron factura. Para cuando llegó el festival de 1989, el gigantesco hotel estaba lejos de terminarse – de hecho, apenas se había completado el cascarón de hormigón y presentaba problemas de ingeniería​. Aún así, las obras continuaron algunos años más, con la meta de inaugurar en 1992 coincidiendo con el 80 cumpleaños del líder Kim Il-sung​. Pero el destino tenía otros planes: a comienzos de los 90, la Unión Soviética colapsó y con ella desapareció la principal fuente de apoyo económico de Corea del Norte​. El país entró en una fuerte crisis; de pronto no había fondos ni materiales para seguir levantando el coloso.

En 1992, las obras se detuvieron por completo, con la estructura principal ya terminada pero el edificio vacío y sin ventanas. Fue tan abrupto el parón que una grúa de construcción quedó olvidada en la punta del rascacielos, literalmente encallada en lo más alto​. Para entonces se calculaba que el proyecto ya había costado unos 750 millones de dólares, equivalentes a aproximadamente el 2% del PIB norcoreano de la época​. Imagínate: un país con serias penurias económicas cargando con un elefante blanco carísimo. No es de extrañar que abandonaran la misión.

En esta foto de 2008, se aprecia como una grúa que quedo abandonada desde la paralización de las obras en 1992.

Con el paso del tiempo, el inacabado Hotel Ryugyong pasó de ser un motivo de orgullo potencial a convertirse en el hazmerreír internacional. La prensa extranjera no tuvo piedad a la hora de bautizarlo con apodos poco halagadores. Empezaron a llamarlo “el hotel fantasma”, ya que permaneció vacío por más de 30 años​. También se ganó sobrenombres más dramáticos como “Hotel de la Perdición” ( Hotel of Doom), por su apariencia imponente y casi tétrica​. El Ryugyong se convirtió en sinónimo de fracaso arquitectónico. Para muchos, era la prueba visible de que las grandiosas promesas del régimen norcoreano podían terminar en nada.

Tras casi dos décadas de parálisis, hubo un rayo de esperanza. En 2008, el gobierno norcoreano encontró un socio inesperado: Orascom, un conglomerado egipcio, llegó al país para instalar la red de telefonía móvil 3G y de paso acordó invertir en el hotel​.

Poco a poco, el Ryugyong dejó atrás su apariencia de edificio abandonado y fue tomando un look más moderno. Para 2011, la fachada exterior estaba completa y reluciente, transformando por completo la silueta del rascacielos. Desde lejos parecía un hotel listo para inaugurar: nada que ver con el gris monolito sin ventanas de años atrás.

Para 2013, el Ryugyong seguía tan cerrado como siempre, aunque ahora al menos lucía espectacular por fuera.

Apariencia del Ryugyong en 2015

Seguro te estas preguntando por que no simplemente lo terminan. Bueno realmente no es tan facil como suena.

Por un lado, completar el interior de un gigante de 105 pisos no es tarea fácil ni barata, menos para un país con recursos limitados. Y la verdad es que aunque lo acabaran, no hay suficiente turismo para llenarlo Pyongyang recibe unos pocos miles de visitantes al año bajo tours muy controlados, nada comparado con lo que requeriría un monstruo de 3,000 habitaciones​. No tiene sentido invertir millones en un hotel que seguro no llenara ni el 10% de su totalidad.

Pero bueno supongamos que Corea Del Norte es una utópia y realmente hay dinero. Para un edificio que estuvo tantos años a medio terminar, seguramente hoy por hoy van como 10 años atrasados en remodelaciones y mantenimientos.

El Hotel Ryugyong es mucho más que un simple edificio vacío; simboliza las ambiciones exageradas de una nación y las duras consecuencias de perseguir sueños demasiado grandes sin los recursos necesarios. Hoy permanece como testimonio de que la arquitectura, sin planificación realista ni recursos suficientes, puede terminar convertida en un espectacular monumento al fracaso.