Tacoma Narrows: el puente que se movía como gelatina

Inaugurado en 1940, el Puente de Tacoma Narrows colapsó solo cuatro meses después de abrir, sacudido por vientos que provocaron vibraciones extremas. Su diseño ligero y flexible lo hizo vulnerable a la aerodinámica. Esta es la historia de cómo la ingeniería aprendió por las malas que la estética no basta para sostener un puente.

Imagina construir un puente colgante elegante, moderno y liviano, capaz de unir dos regiones con estilo y eficiencia. Ahora imagina que, a los pocos días de inaugurarse, comienza a moverse como si fuera de gelatina. No es broma: esto le pasó al famoso Puente de Tacoma Narrows en Washington, EE.UU.

Lo apodaron “Galloping Gertie” (Gertie la galopante) por su extraño comportamiento. A los pocos minutos de viento, el puente vibraba, se ondulaba como si estuviera vivo. Lo que comenzó como una rareza divertida terminó en tragedia estructural cuando, apenas cuatro meses después de abrir, el puente colapsó dramáticamente. Y todo quedó grabado en video.

a construcción del puente comenzó en 1938 y fue inaugurado en julio de 1940. Era el tercer puente colgante más largo del mundo en ese momento, después del Golden Gate y el George Washington Bridge. Su diseño era estilizado, económico y visualmente limpio: se usaron vigas delgadas, poco peso y mucha flexibilidad para ahorrar dinero.

Y sí, se veía increíble. Pero había un pequeño detalle: nadie consideró seriamente cómo reaccionaría la estructura al viento.

Desde los primeros días, los conductores notaban que el puente se movía. Mucho. Parecía tener vida propia. No era solo una leve vibración; eran ondulaciones que iban de lado a lado. A los ingenieros les preocupaba, pero no lo suficiente como para cerrar el paso.

Ese día, soplaban vientos de poco más de 60 km/h. No era una tormenta particularmente fuerte, pero bastó para poner al puente en movimiento. Lo que empezó como vibración lineal se convirtió en torsión extrema: la calzada se retorcía como una cinta, subiendo y bajando a ritmo alternado en cada extremo. Parecía sacado de una caricatura… solo que era real.

A las 11 de la mañana, el puente cedió. Las secciones de la calzada comenzaron a fracturarse y, en minutos, una parte entera cayó al agua. Afortunadamente, no hubo víctimas humanas (aunque tristemente, un perro atrapado en un auto no logró salir). El video del colapso se volvió legendario: fue uno de los primeros desastres de infraestructura grabados con tal claridad.

En pocas palabras: mala interpretación de la aerodinámica. Los ingenieros de entonces no sabían cómo ciertas formas estructurales podían amplificar los efectos del viento. El diseño delgado y flexible del puente lo volvió vulnerable a un fenómeno llamado flutter, una oscilación autoamplificada provocada por la interacción del viento con la estructura.

Aunque era una obra elegante en apariencia, carecía de rigidez lateral y de sistemas que disiparan energía. El colapso fue una lección durísima que transformó por completo la forma en que se diseñan puentes hoy en día.

El Puente de Tacoma Narrows no fue solo un fracaso arquitectónico; fue un parteaguas en la historia de la ingeniería. Gracias a él, hoy se estudian cuidadosamente los efectos del viento, las vibraciones y la aerodinámica en cualquier estructura. Lo que colapsó con estruendo en 1940 fue más que un puente: fue una forma antigua de diseñar.