La Ciudad del Medio Ambiente, en Castilla y León, prometía ser un modelo ecológico y tecnológico del urbanismo del futuro. Pero el proyecto quedó abandonado, con millones invertidos y apenas una fracción construida. Hoy, es símbolo del exceso institucional, la mala planificación y los sueños verdes que no germinaron.
magina construir desde cero una ciudad autosuficiente, inteligente, 100% sostenible, en medio de la naturaleza. Suena a utopía, ¿no? Bueno, eso intentó hacer la Junta de Castilla y León en España en los 2000, cuando lanzó el megaproyecto de la Ciudad del Medio Ambiente, en la provincia de Soria.
Con una inversión millonaria y un discurso basado en el desarrollo verde, el plan contemplaba edificios eficientes, reciclaje de agua, integración con el paisaje y baja huella de carbono. Pero lo que prometía ser una joya ecológica nunca se terminó. A día de hoy, es una ciudad a medio nacer… y completamente vacía.
El proyecto se aprobó en 2007 con entusiasmo político, y la promesa de que sería un referente mundial en sostenibilidad. Estaba previsto levantar más de 30 edificios, un campus universitario, centros de investigación, viviendas y hasta una sede del Instituto Tecnológico de Castilla y León.
Pero la ejecución fue otra historia. Apenas unas pocas estructuras llegaron a construirse, y de esas, muchas quedaron sin uso real. El acceso por carretera era limitado, no había conexión urbana fuerte con Soria capital, y la demanda nunca existió. Básicamente, nadie sabía quién iba a vivir o trabajar ahí.
En 2013, el Tribunal Constitucional anuló parte del plan urbanístico por haber sido aprobado sin los trámites ambientales adecuados. El proyecto se paralizó por completo, y el terreno volvió al abandono. Aunque algunos edificios aislados se usan hoy (como el Centro de Servicios Ambientales), el resto es un esqueleto urbano perdido en el monte.
La inversión superó los 60 millones de euros, con resultados mínimos. Varios expertos lo señalan como uno de los ejemplos más claros de despilfarro institucional disfrazado de innovación.
Si visitas la zona, verás una carretera solitaria en medio del campo, un par de edificios modernos sin vecinos, y muchas parcelas sin urbanizar. Algunos la llaman con ironía “la ciudad invisible” o “la eco-ciudad fantasma”. Lo cierto es que quedó como recordatorio de lo fácil que es hablar de sostenibilidad… y lo difícil que es ejecutarla con sentido.
La Ciudad del Medio Ambiente aspiraba a ser un emblema de cómo deberíamos vivir en el futuro. Pero sin planes realistas, sin habitantes y sin conexión con el entorno social, se volvió solo eso: una aspiración. En urbanismo, lo ecológico no solo es construir verde, sino construir con propósito.