The Sharp Centre for Design, en Toronto, parece una caja flotante sostenida por patas delgadas y coloridas. Aunque es ícono arquitectónico, muchos lo critican por ser incómodo, desorientador y visualmente agresivo. Esta es la historia de cómo un diseño audaz puede dividir opiniones entre admiración estética… y rechazo funcional.
Imagina caminar por una calle tranquila de Toronto y de pronto ver, suspendida en el aire, una enorme caja blanca con pixeles negros, flotando sobre columnas de colores. No es ciencia ficción ni una instalación de arte contemporáneo: es el Sharp Centre for Design, parte del Ontario College of Art & Design (OCAD), y una de las obras arquitectónicas más controversiales de Canadá.
Diseñado por el aclamado arquitecto británico Will Alsop e inaugurado en 2004, el edificio pretendía romper todos los moldes. Y lo hizo. Pero aunque muchos lo consideran una joya de la arquitectura contemporánea, otros lo describen como un error urbano: incómodo, disonante y estéticamente invasivo. Aquí te cuento por qué.
El Sharp Centre no se apoya en una base tradicional. En lugar de eso, se eleva sobre columnas delgadas y anguladas, algunas blancas, otras de colores vivos, como si fueran palillos chinos sosteniendo una caja gigante de píxeles. La estructura se alza a casi 8 pisos de altura sobre otro edificio antiguo, lo que refuerza aún más su aspecto de “ovni aterrizado”.
La idea de Alsop era clara: provocar. Quería que la escuela de diseño tuviera un edificio que hablara por sí mismo, que fuera un manifiesto visual de creatividad. Y vaya que lo consiguió. Pero no todos los manifiestos son cómodos.
El problema comenzó cuando los usuarios del edificio —profesores, estudiantes, visitantes— empezaron a compartir su experiencia real dentro de la estructura. Las quejas no eran sobre la estética, sino sobre la funcionalidad. Muchos decían sentirse desorientados al entrar. Los techos inclinados, la falta de continuidad entre pisos, la iluminación agresiva y los pasillos poco intuitivos hacían del recorrido una experiencia confusa.
Incluso fuera del edificio, el impacto visual es tan fuerte que ha sido criticado por “romper” con el entorno urbano. Algunos vecinos se quejaron de que parecía un “glitch de videojuego” en medio del centro de Toronto. Para muchos, la arquitectura dejó de ser provocación artística para convertirse en un obstáculo cotidiano.
Lo curioso es que, pese a todas las críticas, el Sharp Centre ha ganado premios y aparece en libros de arquitectura moderna como ejemplo de innovación. Para los defensores, representa el atrevimiento necesario en una disciplina que a veces se vuelve repetitiva. Para los detractores, es un símbolo de cómo el ego arquitectónico puede imponerse sobre el bienestar del usuario. Lo que nadie puede negar es que no pasa desapercibido. Y quizás ese era el objetivo final.
The Sharp Centre for Design es una declaración arquitectónica con signos de exclamación. Pero también es una advertencia: cuando el diseño se enfoca más en el “wow” que en el “cómo”, el resultado puede ser más desconcertante que inspirador. A veces, menos es más… incluso en diseño.